En el cruce entre la comunicación, la tecnología y el desarrollo, hay muchas ideas que sólo se entienden… después de probarlas, porque en la mente se ven de una forma y en la práctica son diferentes.
En perrovaca.com creemos que las mejores ideas no salen de una sala de reuniones ni llegan por inspiración espontánea, la mayoría de las veces salen de la vida diaria, de lo que nos pasa, de lo que hacemos, lo que conversamos y de los errores.
Esto que vas a leer no es teoría, son fragmentos de cosas que nos pasaron y de las que entendimos después.
Lo escribimos como quien anota algo para no olvidarlo o como una forma de pensar en voz alta.
Y si algo de eso te sirve, aunque sea para otra situación, en otro contexto…
Entonces valió la pena dejarlo escrito.
Esto, por ejemplo, lo escribí mientras le cocinaba unos fideos a mis hijos.
Jul25-Por Gabi
Tengo un trabajo en relación de dependencia.
Horario fijo, días fijos. Ahí todo está definido: tanto las tareas como el inicio y el cierre. En síntesis, todo más o menos bajo control.
Además, tengo perrovaca.com.
Mi empresa. Donde las decisiones no pasan por instancias superiores, donde puedo elegir el rumbo con total libertad.
Ahí no hay horarios, ni llegadas tarde, ni vacaciones, ni días por enfermedad.
Con lo bueno y lo malo, lo mejor… es que me lo tomo con calma.
Porque aunque suene contradictorio, el secreto no está en separarlo todo, sino en saber convivir con eso.
A veces las ideas salen mientras estamos merendando.
O resuelvo algo técnico mientras juego con los chicos.
Dejo una tarea a la IA y me voy a cebar un mate. Y seguimos.
En estas vacaciones de invierno nos vinimos a Salta, a visitar a la familia de Silvita.
Yo manejaba; ella respondía mensajes de clientes desde mi celu, cerraba tareas pendientes, organizaba publicaciones, editaba imágenes…
Y de paso, hacía de copiloto, resolvía conflictos de los pequeños del asiento de atrás o abría algún paquete entre curvas y GPS.
No se trata de mezclarlo todo, ni de vivir corriendo.
Se trata de trabajar en familia, o mejor dicho, en equipo, sin estrés y sin perderse lo importante.
Porque al final, lo que hacemos también somos nosotros.
Jul25-Por Silvita
Dicen que cualquier situación cotidiana puede servir para pensar otra cosa.
(Como esos capítulos de los Simpson que explican el mundo).
A mí me está pasando con una mudanza… y la comunicación.
En breve me cambio de casa. Desde hace semanas vengo llevando bolsos, cajas, bolsas, cosas.
Y por más que saco y llevo, la casa se sigue viendo igual… o peor.
Desordenada, como si nada hubiera cambiado.
Me había seducido la idea de aprovechar la movida para soltar cosas.
No con melancolía, sino con alivio. Pensé: “esto ya fue”.
Pero al final, no tiré casi nada. Y eso me frustró.
¿Era que no tenía tantas cosas inútiles como creía?
¿O no me tomé el tiempo de revisar bien?
En medio del caos, me descubrí haciendo malabares de lógica doméstica:
¿Guardo los platos… pero entonces, en qué como?
¿Empiezo por los adornos… y dejo colgado el cuadro del tío tucumano que nadie conoció?
¿Existe una secuencia correcta?
Y como todo tiene que ver con todo, ahí me encontré pensando en la comunicación.
Esos textos que armamos buscando claridad.
Esa frase que amamos pero no encaja.
Esa información que tenés pero no podés usar.
Ese momento en que entendés que comunicar también implica decidir. Y sacrificar.
Yo aprendí, estudiando y lo aplico trabajando, que si no te duele dejar algo afuera, quizás no buscaste lo suficiente.
Porque cuando investigás de verdad, cuando tenés material de sobra, entonces aparece la parte difícil: elegir qué queda... y qué no.
Pero ahora me encuentro del otro lado. Con la imposibilidad de soltar.
Y esa también es una lección.
Porque en comunicación, a veces hacemos lo mismo:
no queremos dejar nada afuera. Nos cuesta priorizar. Nos da miedo omitir.
Y entonces el dilema es este:
¿Soltar para avanzar, o sostener para no perder?
En una mudanza.
En un texto.
En la vida.
Activar para ver una imagen más grande.
Jul25-Por Gabi
A veces uno se embala. Escribe, pública, de pronto las ideas se atropellan unas con otras y todo se hilvana como un hilo que cose de aquí, ajusta de allá y arma una prenda. Entonces conecta ideas como si el motor nunca fuera a aflojar, como si el avance fuera permanente, pero no. De pronto… silencio. Ni una coma, ni una frase, nada, solo silencio.
Entonces comenzás a tener esa sensación extraña, esa molestia que no llega a ser dolor, pero que no se va, como si debieras algo, como si estuvieras en falta. Y no cambia que haya o no un lector desesperado por leer, poco importa si alguien está refrescando la página en busca de algo nuevo o no. Porque esa sensación está, como si hubieras abierto una puerta y después te hubieras ido sin decir chau.
La verdad es que no pasa nada. La vida sigue. La gente también. Pero el que escribe por gusto, también escribe con cierta lealtad, a uno mismo, a lo que quiere decir, y tal vez también a quien alguna vez se quedó pensando en un párrafo. Aun así, nos permitimos los baches, bajar el ritmo, salir un momento, tomar aire, hinchar los pulmones, soplar fuerte, soltar un grito, después una carcajada. En fin, fluir.
Con ese cambio de aire, volvemos, no a rendir cuentas, ni a saldar deudas, sino porque nos gusta estar. Aunque sea con un par de líneas que rompan el silencio.
Jun25 -Por Gabi
Se ha escrito mucho sobre el alfajor… y con razón.
En Argentina, más que una golosina, es una institución.
Yo siempre digo, mitad en broma, mitad en serio, que el alfajor es la fruta más fácil de pelar. Me encanta. Y disfruto probar nuevos sabores, versiones artesanales y cualquier cosa que se le parezca.
Pero un día, Silvita apareció con una propuesta inesperada,
Te propongo un juego, dijo, con tono misterioso.
Cada semana, cada uno por su lado, tenía que descubrir una nueva golosina, preferentemente un alfajor, y ponerle puntaje.
El que suma más… bueno, todavía no sabemos qué gana, aunque en realidad, el premio es disfrutar juntos el desafío.
Lo cierto es que nos lo tomamos en serio.
Queremos ganar, queremos comer un buen alfajor,
y sobre todo, queremos seguir jugando.
El juego ha comenzado.
Jun25 -Por Silvita
Hoy es domingo. No vamos a enseñar nada, ni a compartir tips. Solo estuvimos pensando.
Últimamente notamos una gran cantidad de posteos sobre cómo usar IA. Muy bien armados. Tan claros y detallados que incomoda un poco.
No por lo que dicen, sino por lo que nos hizo pensar después.
Porque si todos usamos las mismas instrucciones, los mismos comandos, los mismos prompts…
¿qué tan lejos estamos de que el contenido se vuelva automático? ¿Y el pensamiento?
La pregunta no es si el texto está bien.
Es si la persona que lo firma sabe de lo que habla.
Y ahí nos fuimos un poco más lejos y en medio del desayuno las dudas comenzaron a inquietarnos más aún.
Porque la cuestión no es solamente con quienes escribimos y lo que hacemos.
¿Qué pasa con los profesionales a los que recurrimos todos los días?
El arquitecto que construye una casa.
El farmacéutico que vende un medicamento.
El docente que enseña a nuestros hijos.
El comunicador que representa a una institución.
No queremos ser injustos, sabemos que muchas carreras tienen formación práctica, supervisión, experiencia en campo,
pero también sabemos que en muchas profesiones eso no se ve tan claro.
Y cuando las herramientas automáticas ganan terreno, ¿cómo distinguimos la habilidad real del resultado bien editado?
Gabriel, dice que en algún momento va a haber un vuelco: que vamos a cansarnos de lo artificial y a buscar lo humano.
Tal vez sí. Tal vez no. Yo no lo sé.
No tenemos una conclusión. Solo una inquietud:
¿Estamos mirando la forma… o la formación?
Aunque, entre nosotros, en casa ya tenemos una respuesta:
“Un día nos va a matar la licuadora.”
Jun25 -por Silvita
Escribimos un comunicado.
Se pensó, se corrigió, se ajustaron las palabras.
Estaba listo para salir… pero no salió.
No fue un error ni un olvido. Fue una decisión.
"Mejor dejémoslo para otro momento", dijeron.
Y entonces una duda queda flotando:
¿ese trabajo, que se hizo con tiempo, criterio y mirada estratégica… vale igual?
La respuesta es sí. Claro que sí.
Porque aunque no se publique, hay análisis, hay lectura del contexto y hay intención de cuidar la imagen de la institución.
Y eso —aunque no siempre se vea— es valor profesional.
También pasa en lo cotidiano: muchas veces hacemos tareas sin que nos las pidan y prevenimos problemas antes de que aparezcan, porque ya pasó antes y sabemos lo que pasará después o simplemente porque contamos con esa intuición innata o entrenada. Con acciones y gestos colaboramos a sostener el clima laboral.
¿Cómo se mide lo que no pasó?
¿Cómo se valora lo que se evitó?
Lo cierto es que no todo lo que importa se ve y no todo lo que se ve, importa.
Jun25 -Por Gabi
Nuestros días no son típicos.
Entre recordatorios de actividades escolares, comidas que hay que preparar, basura que sacar… están todas esas tareas profesionales que también llevan su tiempo.
Para bien o para mal, las pantallas están siempre presentes. Entonces, el desafío es el justo balance.
En un momento, Silvita está escribiendo un texto y alguien quiere un vaso de yogurt: allá vamos, y después seguimos.
En otro, Gabi está avanzando en un programa y el piso se convierte en lava.
También llegan las voces firmes cuando el juego se descontrola, no se respetó un turno de saltar, o alguien lloró.
Esta vez, la jornada nos encontró pensando el contenido para el Día del Padre: una imagen linda, representativa, emotiva… en fin, teníamos más de una docena de ideas.
Preparamos el mate —que siempre aparece después del desayuno— y entonces arrancamos con toda la energía.
Vaca, como siempre, ya estaba en posición, controlando todo.
De repente, Milo quiso aportar.
Se acercó despacito y se ubicó en el centro de la atención.
Todas las ideas se esfumaron.
Ahí estaba todo lo que queríamos mostrar.
Ni siquiera hacía falta agregar más.
Manos y manitos. Ideas. Y alguien que vigile todo desde el fondo.
Como siempre decimos: muchas de las mejores ideas surgen de lo más simple, del día a día.
La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando, dijo alguna vez Pablo Picasso.
En nuestro caso, el trabajo se mezcla con la vida.
Pero no la invade, no la anula, no la pospone.
Por eso todo nos inspira.
Y por eso, perrovaca.com trata de conectar, de brindar soluciones y de ser parte.
Jun25 -Por Silvita
"Mi Oficina es la peatonal", suelo decir, mitad en broma, mitad en serio.
Somos tres mujeres compartiendo espacio, tareas, ideas, silencios y hasta canciones.
Tenemos personalidades, temperamentos y reacciones distintas. Y, aun así, funciona.
A veces discutimos alguna idea o una propuesta.
Otras veces alguien canta.
O, incluso, en momentos alguien tira un dato random.
Y entre una cosa y otra, el trabajo... avanza.
O tropieza. No sé bien.
Cada una tiene sus tareas, sí. Pero también hay algo más:
las tareas espontáneas, las urgencias mágicas, los "𝘮𝘦 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰" que llegan sin aviso.
El teléfono suena. Un mensaje entra. Alguien se asoma.
Y ahí estamos, otra vez, reorganizando el día.
Entonces surge la pregunta, esa que vuelve cada tanto:
¿Resuelvo esto porque puedo? ¿O sigo con lo que estaba haciendo porque también importa?
El caos no me abruma.
Pero la energía que se dispersa, sí.
Y en lo posible, prefiero que el apuro de otro no invalide mis tiempos.
¿También te pasa? ¿Cómo manejás lo urgente cuando interrumpe lo importante?
Jun25 -Por Silvita
Mi hijo Lorenzo tiene 7. Sabe vestirse, armar su mochila, hacer tareas y muchas otras cosas. Pero a veces me pide ayuda y otras veces no me la pide pero yo, apurada, intento resolver por él.
Lo curioso es que, cuando lo dejo hacerlo solo, tal vez tarda más... pero lo hace bien. Y cuando lo hago yo “para que sea más rápido”, suelo olvidarme cosas, meter mal un cuaderno o dejar la cartuchera abierta.
Pensaba en eso y me vino a la cabeza una idea clave:
No siempre ser más rápido es ser más eficaz. Y no siempre hacer más, es ser más productivo.
Por mucho tiempo se midió la productividad con una lógica lineal: más horas = más compromiso. Estar en la oficina 8, 9, 10 horas era sinónimo de buen profesional. Pero hoy sabemos que hacer más no siempre es hacer mejor, y que trabajar más no siempre implica impacto real.
En lo profesional, como en la crianza, muchas veces actuamos bajo presión, con apuro, priorizando la velocidad y la cantidad. Pero:
¿Cuántos errores cometemos por no darnos tiempo?
¿Cuántas cosas tenemos que hacerlas 2 o más veces porque el apuro nos hizo confundir?
¿Qué dejamos de lado por cumplir rápido?
¿Cuánto talento se desperdicia por no permitir un ritmo propio?
Hoy valoro mucho más lo que Lorenzo me enseña sin proponérselo:
Hacerlo bien, aunque lleve más tiempo, sigue siendo productivo.
Porque no hay eficiencia sin cuidado, ni eficacia sin sentido.
¿Vos también sentís que es hora de revisar qué entendemos por trabajar bien?
Jun25 -Por Gabi
En más de 25 años trabajando en desarrollo —sobre todo de software— me crucé con muchos proyectos que arrancaban con toda la fuerza: equipos motivados, ideas claras, presupuesto aprobado.
Y sin embargo, al tiempo… desaparecían.
Quedaban congelados, abandonados, o en un limbo eterno.
A veces con medio sistema funcionando.
A veces con miles de horas encima.
A veces listos para salir… pero sin decisión política, sin voluntad de implementación o sin el timing adecuado.
Y sí: duele. Porque uno se involucra. Porque uno sueña. Porque uno le pone el alma.
De más joven —y más idealista— me lo tomaba personal.
Sentía culpa. Me preguntaba qué había hecho mal. Me pesaba que tanto trabajo no se viera reflejado en un “sistema en producción”.
Con los años entendí que no todo depende de uno.
Y que hay factores —políticos, económicos, institucionales, humanos— que pueden frenar o matar un proyecto de un día para el otro.
Eso no quiere decir que haya que bajar los brazos.
Sí hay que ponerle el alma. Pero no toda la vida.
En mi caso, cada día le pongo el cuerpo al trabajo, pero también me reservo tiempo para tres cosas que me salvan:
la familia, los amigos y el deporte.
Porque cuando un proyecto no avanza, cuando algo se traba o se cae, ahí es donde hay que aprender a soltar.
Seguir, aunque no se vea.
Jun25 -Por Silvita
En un mundo donde cualquier persona puede “comunicar”, sobre todo en redes, muchos se preguntan:
¿Sigue siendo clave el rol de los profesionales?
Mi respuesta es un sí rotundo. Pero con matices.
Lo más desafiante es cuando quienes toman decisiones suponen que “cualquiera” puede ocuparse de la comunicación institucional. Que basta con saber escribir, tener buena presencia o manejar redes.
Pero gestionar la imagen de una institución va mucho más allá.
Hoy más que nunca se necesita a alguien que:
Traduza mensajes complejos al lenguaje de las demás personas.
Interprete el contexto social y cultural antes de accionar.
Actúe como mediador entre la institución y su entorno.
Construya coherencia a largo plazo, incluso en la inmediatez.
Comunicación y Relaciones públicas no es sólo “dar buena imagen”, es anticipar, gestionar, cuidar, conectar y sostener.
Porque en un entorno hipersensible y sobreinformado, la diferencia entre comunicar bien o mal puede tener consecuencias reales.
¿Te pasó alguna vez estar en un entorno donde no se valorara la comunicación como profesión? ¿Cómo lo abordaste?
Jun25 -Por Gabi
Así se transfiere el timón de una marca (sin hundirla)
Hace poco nos tocó asumir la administración de contenido de un nuevo cliente. El traspaso duró tres días. No hubo contacto con el administrador anterior. Las contraseñas y códigos de verificación nos llegaban tarde, pasando entre varias manos, antes de recibirlas. Y para complicar más las cosas, todo tenía doble verificación.
Sentimos que molestábamos cada vez que pedíamos acceso a una casilla o a la cuenta de Instagram. No porque alguien nos tratara mal —de hecho, se notaba que tenían la mejor voluntad—, pero el proceso no estaba pensado.
Ese caos (habitual, pero evitable) fue el empujón para escribir este apunte. Porque cambiar de manos no debería sentirse así. Debería ser un proceso cuidado, claro y consciente.
Transición de contenido: ¿Cómo debería hacerse?
NO al shock digital
Cambiar todo de golpe confunde al público.
Las audiencias perciben rupturas abruptas como crisis.
El "fade": transición progresiva
Ideal cuando hay continuidad institucional.
Permite ajustar tono, estética y mensajes con tacto.
Se puede usar una “voz puente”: una figura que acompañe el cambio (ej: un nuevo Community Manager que se presenta).
Cuándo sí conviene resetear
Si la marca quiere cortar con algo negativo del pasado.
Si hay un cambio profundo en misión, valores o público objetivo.
Aún así: contar qué cambió y por qué.
Herramientas clave
Manual de marca (si existe) o crear un mini brief con lo básico: tono, logos, públicos, mensajes clave.
Calendario editorial con posts mixtos (pasado + nuevo enfoque).
Lista de accesos, activos digitales, campañas vigentes.
El tono importa más que el logo
La continuidad no es solo visual.
El tono, la forma de responder, el ritmo de publicación... todo construye confianza.
Nota final: No creemos en los rebrandings violentos. Preferimos la buena conversación, las decisiones con contexto y los cambios que no solo se ven... sino que se entienden.
Junio25 -Por Gabi
Hoy, 2 de junio , en Argentina, celebramos el Día del Perro.
Una fecha que nació en homenaje a Chonino, un perro de la Policía Federal que dio su vida en acto de servicio. Desde entonces, cada 2 de junio recordamos lo que representa un perro: lealtad, coraje, entrega, compañía.
En perrovaca.com llevamos ese espíritu en nuestro nombre, en nuestro logo… y también en cómo trabajamos.
Hoy nos auto saludamos. Porque no somos solo una marca.
Somos un equipo que cree en el compromiso, la creatividad, y la fidelidad.
Feliz Día del Perro. Feliz día, perrovaca.com.
Mayo25 -Por Gabi
Se cumplieron 100 años de que Federico Leloir, sin preámbulos ni reuniones de comité, inventara la salsa golf.
Sí, el mismo que años más tarde ganaría el Premio Nobel de Química.
Pero esta historia no empieza en un laboratorio.
Empieza en un almuerzo con amigos, en el Golf Club de Mar del Plata, el 28 de mayo de 1925.
A Leloir no lo convencía ninguno de los aderezos que tenía sobre la mesa para acompañar sus mariscos. Así que, sin más, mezcló mayonesa con ketchup, le sumó unas gotas de coñac y un toque de tabasco. La probó. Funcionó.
Y sin darse cuenta, había creado algo nuevo.
“¿Y cómo se llama esto?”
“Salsa golf”, dijeron. Listo.
Nada de procesos largos, hipótesis validadas ni focus groups.
Sin vueltas... una genialidad.
Mayo25 -Por Gabi
Mis primeros pasos en programación no fueron profesionales.
Ni siquiera fueron por curiosidad técnica.
Fueron en la primaria, a los 9 años, en una clase de computación donde conocí Logo.
Ese lenguaje donde una tortuga dibujaba líneas con comandos como FORWARD 100.
Ahí descubrí que una máquina podía obedecerme.
Y más adelante, con una Texas Instruments TI-99/4A en casa, llegó el Basic:
pantalla azul, letras blancas y el mundo abierto con 10 PRINT.
Una vez copié un juego de cartas desde una revista.
Lo programé entero, línea por línea.
No sabía jugar a las cartas.
Ni siquiera sabía si el juego funcionaba.
Pero verlo correr en pantalla fue suficiente.
Porque a los 9 años, lo importante no era entender todo…
Hoy, con mis 50 años, sé que entender todo no es el punto.
Lo esencial sigue siendo lo mismo de siempre: tener ganas de hacerlo andar.
En perrovaca.com siempre tenemos ganas de hacer andar las cosas.
Mayo25 -Por Gabi
¿Qué pasa cuando alguien "cumple con lo pedido", pero el resultado no es el que esperábamos? Este experimento visual con Milo —sí, un chico que se puso un pantalón en la cabeza en vez de usarlo “como corresponde”— nos deja una enseñanza sobre algo que en las organizaciones pasa todos los días: la diferencia entre decir algo y lograr que el otro lo entienda como fue pensado. En comunicación, no alcanza con emitir un mensaje. Tampoco con que llegue. Ni siquiera con que se interprete de forma literal. Lo importante es que se entienda en el mismo sentido que fue creado. Y eso requiere más que palabras: requiere contexto, herramientas, empatía, paciencia y ajuste. En perrovaca.com trabajamos con equipos que entienden que comunicar no es simplemente hablar, es conectar. Porque cuando se trata de ideas, diseño, branding o estrategia... todo lo que puede salir mal en comunicación, va a salir mal. A menos que lo trabajemos en serio, con claridad, con humor y con compromiso.